Música, de una manera u otra es una parte indisoluble de nuestra vida diaria, nos acompaña, nos regula emocionalmente, nos guía, nos sirve de refugio. Particularmente, es mi razón de ser, es la manera que encuentro para sentirme un hombre pleno, es la vía que he hallado para traducir en melodías la vida cotidiana y tratar de darle una expresión más amplia a mi existencia en el plano espiritual.
Hoy, quiero tomarme un tiempo para analizar un aspecto que hace días ha puesto varias ideas en la órbita de mi pensamiento. Desde tiempos remotos los creadores han estado divididos en dos amplios grupos, uno es el de los que enfocan su quehacer con una proyección mucho más elitista a nivel social e intelectual, y otro es el que crea una obra popular, con códigos que hacen que las multitudes se sientan identificadas.
Siempre han existido obras y creadores sublimes, estándar y mediocres, los criterios para categorizar de esta forma son muy diversos y con argumentos de todo tipo, pues hay una contradicción histórica: ¿quién tiene la razón acerca de sí una obra tiene valor cultural, la opinión pública o la crítica especializada? Mi opinión es que ambas partes influyen, pues los especialistas, además de ser una referencia de credibilidad, casi siempre dominan los medios de difusión masiva por lo que en su poder está proponer y censurar ante las masas una obra, por su parte, el pueblo también juega un papel importantísimo al apropiarse y difundir de manera espontánea una obra que logre cautivarlo, y en este caso, cuando el éxito es eminente e imparable, a las instituciones solo les queda apoyar o, en vano, censurar de manera arbitraria al fenómeno en cuestión.
Sinceramente como artista, aunque le de mucha importancia a la crítica especializada, siempre he preferido la opinión popular, pero ojo, esta es un arma de doble filo y con la que hay que tener claro una cosa, si bien es verdad que las multitudes son el mayor termómetro para un creador, también es cierto que las masas no pueden ser las que dominen sus ideas a la hora de crear. La relación creador - público debe ser de retroalimentación, el creador, si quiere trascender más allá de su época y no quedarse encerrado en la satisfacción personal, tiene el deber de reflejar la idiosincrasia y el sentir popular, pero también el compromiso de utilizar su poder para transmitir un mensaje a las masas, no se debe desperdiciar la posibilidad de tener seguidores a los cuales enviar ideas positivas que les sirvan para su bienestar como seres sociales. El gusto es muy subjetivo pero la calidad no lo es tanto, es por ello que mi crítica va dirigida los facilistas, a los buitres del mercado que repiten fórmulas establecidas buscando solo un beneficio económico, lo que me hace dudar de su amor al arte.
No tengo nada en contra de la música comercial, incluso me opongo a los extremistas que atacan las modas con argumentos banales y moralistas, pero si critico fuertemente al arte que idiotiza, que destruye y que lejos de aportar lo que hace es restar a la cultura nacional.
El panorama musical a nivel mundial está deformado, ni se consume ni se elabora lo que se siente, sino que las masas siguen y apoyan a un modelo de hombre exitoso diseñado con toda la intención, y los artistas tratan de cumplir con los requisitos que lo lleven a ser ese modelo que cumpla con todas las condiciones para ser seguido por las multitudes. Todo un caos que deforma tanto a emisores como receptores. Son pocos los que sobreviven ante esta situación y se mantienen haciendo el arte que emana de su sentir.
Hago un llamado a los creadores: ¡No sean parte de ese rebaño de artistas sin identidad! ¡No autocensuren sus ideas por temor a ser rechazados! ¡No elaboren sus contenidos buscando aceptación! Sean fieles a sentir, hagan lo que hagan pero háganlo de corazón, da igual si es música para escuchar o para bailar, pero que la decisión de hacer algo comercial este influida por su inspiración y no por presiones de mercado. Se sentirán bien, se los aseguro. Solo lo que es original perdurará, lo demás será pasajero. Recuerden que los que un día fueron vistos como rebeldes, hoy son vistos como vanguardistas de su época y reconocidos como maestros.
Yo estoy luchando por un universo sonoro donde haya diversidad. Si cada cual hiciera lo que sintiera, tendríamos una amplia gama de estilos que enriquecieran nuestra cultura. Este es mi más modesto criterio. Yo creo en lo que hago. Yo creo en ti. Yo creo en el poder de lo auténtico. Yo creo en crear.